domingo, 17 de abril de 2011

Una visita no deseada

Me dolía el cuello. Había pasados horas inclinada leyendo un libro de poesías, sentada en la mesa del comedor. Me pase la mano por el cuello y eche la cabeza hacia atrás.
Unas manos taparon mis ojos.
-¿Quién soy?-me susurro. Sentí el calor de su aliento en mí nunca. Y los pelos se me erizaron.
Debería de ser un momento bonito. Alguien que se coloca detrás de ti, te cubre los ojos y te hace la típica pregunta. Si ese alguien… Me quedo rígida. Aguanto la respiración.
-¡PADRE!
Escucho la voz de mi hermano llena de odio detrás de nosotros.
Mi padre aparta despacio sus dedos de mis parpados.
-Que mayor estas hijo.
Respiro hondamente para calmarme y me vuelvo hacia ellos aun sentada.  Mi padre con pasos lentos casi arrastrando las suelas de sus zapatos viejos se va acercando a mi hermano como si temiera hacer un movimiento brusco y que esté saliera corriendo despavorido.
Mi hermano tenía la mirada desafiante. Sus ojos inexpresivos. Nada de emoción alguna.
-Vete.
Mi padre al tenerlo a unos centímetros de su cara, se para. Se ríe.
-¿Piensas echarme de mi propia casa?
-Dejo de serlo hace unos largos años.
No le contestó.
-Ya los has oído. Lárgate-me levante y apoye una mano el respaldo de la silla. Mi padre giro la cabeza hacia mi dirección para mirarme unos segundos. Había envejecido. Su rostro estaba demacrado. Sus ojos expresaban desolación y arrepentimiento.
-Hijo, lo siento. Ya no soy el mismo. He cambiado.
-Si padre siempre seguirás siendo el mismo. El mismo cabrón que termino con…-mi hermano no pudo seguir, aparto los ojos de nuestro padre.
Lleno de ira y con los puños apretados fue hacia él.
Me puse en medio de los dos.
-¡VETE! Púdrete lejos de aquí donde no te veamos. ¡MALDITO!
Mi hermano no movió ni un músculo para apartarme. Se desahogo despreciándole.
Me dio la impresión que mi padre murmuro: Eso es lo que iba hacer.
Ese día fue la primera y la última vez que lo volvimos a ver  después de salir de la cárcel.

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