-Nadie nos va a separar- me susurras dulcemente con tu voz tan profunda que el bello de mi nuca se eriza al sentir el contacto del roce de tus labios. Tus manos acarician mi espalda desnuda. Me estremezo al sentir el suave contacto de tus grandes manos.
-Nadie.
Te busco la mirada. Para ver tu sonrisa esta ultima vez. Ingenua por engañarme a mi misma, idiota por saber que tu sabes mi sueño y yo el tuyo no, ambos diferentes uno se cumplirá el otro será destrozado, echo añicos.
-Dime ¿Cuál es tu sueño?- te preguntó impaciente por saber la respuesta antes de...
Gritos de fondo. Sangre salpicada en mi vestido fucsia. Mi sueño cumplido. Tus manos se partan de mí, para posarse en tu pecho izquierdo y mancharlas de tu sangre escarlata. Tu cabeza inclinada se alza para mirarme con los ojos verdes brillantes y unas lágrimas deslizándose en tu precioso rostro.
Te mantengo la mirada esperando la típica pregunta: ¿Por qué?
Pero la palabra que sale de tu boca me deja perpleja.
-Te amo.
Tus labios se curvan en una leve sonrisa y tu pesado cuerpo cede cayendo al suelo primero de rodillas para luego desplomarse entero. Me miras fijamente hasta el final de tu último aliento de vida. Y sin más tu cuerpo se desvanece en polvo.
Todo el mundo, todos aquellos invitados en las fiestas que has organizado en tu grande salón, corren histéricos como gallinas en busca de la salida, su salvación.
Tranquilamente me acerco al banquete y me sirvo en una copa, champán el que más te gustaba. Como una señal se tratara, levanto la copa hacia mis aliados para brindar por nuestra victoria o eso quiero creer.
-Porque los monstruos a pesar de tener corazón los monstruos se van pero yo quiero irme con mi monstruito.
Bebo en un sorbo sin dejar ninguna gota todo el champán. Un ruido sordo. La bala dentro de mi cabeza. Un alivio siento y la ultima imagen que tengo antes de que la oscuridad nuble por completo mi mente, es la tuya. Tu querida amada nunca fue tu traidora pero este mundo no podría ser el nuestro mi monstruito.
