-¿Por que haces esto?
-¿El que?
-Ayudarme después de lo mal que te he tratado.
No moví ninguno de mis músculos para alzar mi mano y coger la suya.
Su mirada se volvió aun más tierna tanto que me reblandeció el alma hasta note como mis ojos se me nublaban por las lágrimas. -¡Lárgate! ¡No necesito tu lastima enfermiza! - le grite furiosa pero no por él sino conmigo misma por ser tan fría y estar tan sola... - ¡Es que no has oído lo que te he dicho! ¿¡Estas sordo!?
Agache la cabeza me sentí tan vulnerable a ese rostro que desprendía calma y las lágrimas surgieron cayendo una a una sobre mi vestido de fiesta que hace unas horas fue fucsia y ahora era chocolate, el color del barro.
Unos brazos largos y fuertes me incorporaron del duro suelo y me abrazaron contra su ancho pecho.
Y Gimotee aferrándome más a él.